¿Cómo podemos promover, a través de la educación sexual de nuestros hijos, el desarrollo de actitudes sanas y positivas ante un interés y un deseo sexual que les acompañará a lo largo de su vida?

Decir o no decir: es imposible no educar. Bien sea por acción, bien sea por omisión, explicando o no explicando, siempre se está educando. La sexualidad no es una excepción. Por ello conviene estar atentos para que forme parte de nuestras vidas y de las de ellos de una forma natural.

Contestar a las preguntas

Cuando aparecen aquellas preguntas que a menudo interpretamos como incómodas, es conveniente responder con naturalidad y con la verdad. Él o ella marcarán hasta dónde desean saber. Si les da más información de la que quieren, cambiaran de tema, o simplemente la obviarán. Si por el contrario se da una información demasiado escueta, volverán a preguntar. Ellos marcan el ritmo.

No todo lo aprenden solos

Si no contesta a sus preguntas, si no está disponible para ellos en este tema, buscarán otra fuente, totalmente desconocida para los padres y ante la que no tendrán ningún control.
Transmitir naturalidad
La sexualidad sigue un ritmo evolutivo y no se saltan etapas por más que se sepa o se hable de ella. De hecho, se ha comprobado que es todo lo contrario. Cuanto más sabe un niño o niña acerca de valores sexuales (educar en sexualidad no es hablar de prácticas sexuales), más tranquilamente se acerca a ella, al tiempo que dispone de más recursos para decidir y adquiere mayor capacidad de reflexión.

Cuestión de recursos

Educar en sexualidad es proporcionar recursos, autoestima, capacidad de negociación y valores que a menudo aplicamos en otras esferas de la vida. Conviene no olvidarlo cuando nos enfrentamos a preguntas incómodas.


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